2 de octubre de 2011

Mirada

Yo acostada sobre la cama con mis piernas tan abiertas que puedo tragar el mundo a través de mi sexo. Tú sobre mí lamiendo delicadamente mi clítoris y mis labios, empapándote de los fluidos que emano.
Mientras tú yaces encorvado, yo observo tu espalda, ese conjunto de vértebras y músculos que intentan asomarse presionando la piel, delineando tan claramente su presencia, sus límites; exhibiendo su motilidad. Observo también esas hileras de sudor que se desprenden de tus cabellos trigueños y que luego descienden. 
Eres el pulpo que me penetra y envuelve con sus entrometidos y escurridizos tentáculos; soy la mujer que se deja caer de espalda al abismo porque sé que vas a atajarme. Mientras caigo, logro detener la mirada y memorizar cada centímetro de nuestro tiempo. Así eternizo lo efímero, y lo atesoro como un cuadro que descansa estático sobre una pared aparentando ser finito, pero ofreciendo algo distinto a cada mirada dando cuenta de su verdadera naturaleza inmortal. 


Desvergonzada Karen

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una belleza el relato, Karen

Anónimo dijo...

La felicito, Karen. Su texto emana un olor a seguir, llegando a una seducción sin límite, sin advertir siquiera la amenaza de la chabacanería. Un gusto pasar por sus letras