26 de noviembre de 2011

Amor gitano



Fuimos a tres moteles y ninguno tenía pieza disponible, ¡a quién se le ocurre buscar motel un sábado a las dos de la mañana!, no podíamos ir a mi departamento porque había un familión de visita, así fue como acabamos en la escalera del edificio.
-¡Blanco, el color de la pureza!- me decía vuelto loco con mi vestido. No sé como sucedió, pero de un momento a otro este sureño con sangre gitana me sentó en la ventana, corrió mi calzón e introdujo su fascinante pene en mí sin ningún previo aviso. No le importó la toalla higiénica, ni el flujo menstrual, ni la lubricación, ni el vestido blanco que aún llevaba puesto. En un segundo estábamos follando con ropa en el descanso de la escalera de emergencia, mi cuerpo se abrió resbalosamente para recibirlo sin siquiera reparar en la falta de condón, y sin recordar la migraña que traía de las tres horas de rock previas… fue en ese mismo segundo cuando me enamoré de él.

Desvergonzada Carolina

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