21 de junio de 2013

La Carne Presente

La primera vez que nos vimos hubo fuegos artificiales, me perdí en sus ojos irremediablemente azules. Imbuidos en la magia del mundo que nos rodeaba, lleno de espadas, brujas y dragones, nos sentíamos todopoderosos. Nuestro primer encuentro se dio en un cumpleaños. Desterrados del castillo del anfitrión nos fuimos en manada a buscar brebajes a lo escampado, o sea, el parque San Borja.
Los columpios más la oscuridad propiciaron ese cercano beso largo, lleno de gemidos. 

Pasó el tiempo y los encuentros furtivos nos envolvieron. Eran mucho más que un gusto, una necesidad carnal... ya ni siquiera lo disimulábamos, buscábamos excusas para compartir carpa en un campamento, ¡¡¡qué memorables noches!!!. Luego de juglares y travesías, con sólo una piel de oveja y la luna llena nos hartábamos de besos y caricias, desnudos recorríamos cada centímetro de nuestros opuestos cuerpos en silencio, sus enormes manos me dibujaban perdiendo mis líneas en su melena dorada, humedeciéndolo todo a nuestro andar, sentía palpitante la lujuria que desprendía, ardíamos sin remedio, la urgencia de fundirnos era inminente…


Pero nunca llegamos al clímax, al menos nunca en el acto mismo. Los años pasaron y sin darnos cuenta nuestras vidas continuaban, ambos tuvimos parejas, pero lo nuestro era un mundo paralelo. Un, día sin saber que sería el último, desde el estrado mismo posó su mirada en mí y me sentí llamada al juego nuevamente.


La larga noche finalmente me condujo a su cama. Ambos sabíamos el volcán que nos consumía, ardía lentamente borboteante de ganas. Los besos, roces de mis muslos abrazadores, su lengua alquimista. Rodábamos sin sentido buscando el placer y sentía entre mis piernas su excitación; mis pechos frotaban su peludo cuerpo, su olor lo invadía todo mezclado con la embriagante fragancia de la excitación desbordada.... a cada minuto parecía llegar a un punto sin retorno.


Pero de alguna manera, entendimos que lo nuestro, después de tanto tiempo de espera, estaba destinado a ser eterno. Entendimos que si finalmente su puñal me marcaba a fuego corríamos el riesgo de pasar de lo onírico a lo real, por lo que paramos con la promesa de jamar concluirlo, sin saber que esa sería la última vez. 


¿Si hubo sexo?, para mí lo fue, pero más que sexo, fue la carne presente, aunque jamás penetró mi cuerpo, cada vez que nos volvemos a ver nuestras miradas nos recuerdan que somos volcanes pasivos, pero volcanes al fin. 


Ensoñadora Denisse.






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