18 de junio de 2011

Dancing Lessons



-Estoy en un lugar con muuucha cerveza, buena música, y....estoy al lado de tu casa! VEN!- 

Edmundo suena perentorio en el teléfono. La Lulú, que es ultra entusiasta y había venido a tomar té, insiste en que el tipo quiere verme sí o sí; yo insisto en recordarle que yo lo había llamado en la tarde pa otra cosa, y que probablemente sólo por eso estaba presente en su cabeza. 


En fin, me arreglé sin ninguna expectativa.

Pero cuando llegué allá, se olía huir a la cordura. En una entrada que nunca había notado, había encallado una casa onda Okupas. Gente pululaba en diferentes estados de descomposición y algarabía, tipos pasaban sorbiendo brebajes mientras te miraban de fijo, siluetas difusas se revolvían en rincones obscuros. Sabía bien, se intuía bien.


En el único lugar sin gracia del antro, Edmundo estaba en el teléfono. -Con Andrea López, por favor.- Me sentí incómoda y partí a explorar. El bar bien nutrido ardía de gente y Edmundo aún no colgaba. En el fondo, el escenario lanzaba llamaradas de colores. Cansada de esperar, compré una chela. Un tipo me tomó sin permiso para bailar, y me entregué al juego vertiginoso equilibrando el vaso plástico, que de igual modo vertió contenido en los zapatos de todos. 


-¡¡QUE BUENA, VINISTE!!!- me abraza con un beso apretado de comisura a comisura y me traspasa una sensación intensa con la mirada, con el iris del color que toman las piedras grises en la humedad. Propongo ir a beber. Camino al bar, Edmundo desaparece otra vez. Vago sola, navegando los rincones obscuros. La noche y el frío de abril me sientan bien; la ausencia en cambio,  me impacienta.



-¿Te  acuerdas que te iba a enseñar a bailar?- me dice apareciendo de pronto y con cara de pascuas. "Loca, loca, loca..." fluye de los parlantes y Edmundo me habla al oido mientras me abraza por detrás. Me suelta y me vuelve a tomar; son mis dancing lessons prometidas un carrete atrás. Nos reimos comiéndonos con la sonrisa en cada vuelta, interpretándonos con las manos. Cuando termina la canción, se aleja y habla con alguien más. Pienso que es horriblemente desconsiderado y que si desaparece denuevo, me voy. Pero en vez de eso, me acerco y bailo sin mirarlo; sonríe evidenciando cierto adorno muy sexy que cruza su boca. Otra mirada, otra canción de esas cumbiancheras panketas y estamos sudados, sedientos... y demasiado calientes. 


¿Vamos a tomar algo?- creo oirle, pero él no parece enfilar hacia al bar. De la nada, me dice como quien te invita a fumar: -¿Vamos al baño? ¿Aperrai?- Lo miro con ojos desorbitados. El baño es lo menos piola que hay aquí. (Además, habría esperado que me llevara a beso y toqueteo limpio sin decir palabra). Me tomó de la mano y empezó a intentar abrir las puertas a un costado del bar. Una de ellas abrió, la luz estaba encendida. Nos besamos buscando a tientas un pestillo, pero la puerta no tenía ninguno. Cualquiera podría interrumpirnos, sin mencionar el dueño. Mal. Entre el frotagge y los besos, atiné a buscar la luz, que apagué con la esperanza de que si nos sorprendían, al menos tuviésemos tiempo de reaccionar. 


En ese momento, todo pareció detenerse. La tocata estaba que ardía, se oían gritos y acordes esquizoides, pero apañados. La luz que se filtraba por la ventana y los destellos azulosos del proyector en la habitación contigua iluminaron la cara de Edmundo. Al mirar su boca quise besarla lento, tocando los bordes antes de volver al jugueteo de las lenguas. Mis labios, mucho mas gruesos que los de él, se sintieron a gusto y empezaron a desear más...Edmundo me miró sugerente y divertido; se tendió abruptamente en la cama y desabrochó su cinturón, pidiendo fellatio. Casi accedí ante la idea de ese glande suave en contacto con la piel de mis labios, era con lo que había estado fantaseando; pero en cambio, me enojé y me negué. -¿Y si entran, Ed? Me quedaré sin pan ni pedazo. ¡Tú primero!- le dije.-¡Ni un problema!-responde. 


Me tira con fuerza sobre la cama y mete su pierna entre las mías, comenzando un movimiento hipnótico que sigo con mis caderas. -Isa, mira, ¡mira como tienes aquí...!- dice al tiempo que desliza su mano en ese vértice, disfrutando la humedad, mientras con la izquierda domina mi muñeca por sobre mi cabeza...mi respiración se torna un jadeo que no puedo controlar, él toma fuerte mi otra mano por sobre mi cabeza y me captura...


-¿QUÉ ESTÁN HACIENDO..?- Una silueta se recorta en la puerta.


Edmundo se queda impresionantemente quieto; yo reacciono pésimo y trato de ponerme de pie. -¡Shhh!- me susurra Ed al oido mientras me retiene con las piernas y aprieta mis muñecas aún más. 


-¡Y en mi cama...! - dice el pobre tipo con entonación de desazón. 


Y en un acto caballerosísimo, gentilísimo, ¡el tipo cierra la puerta!. Ed no está tan dispuesto a parar, pero yo empiezo a joder con el tema del condón, que nadie tiene. ¿Fellatio? Insisto que no estoy dispuesta a ello sin sexo propiamente tal, léase penetración. Todo esto entre risas y arreglándonos para salir. Al abrir la puerta, volé hacia el escenario sin mirar a nadie, mientras Ed se quedó a agradecer al tipo que fue tan gentil de no echarnos a patadas. Tan sociable Ed.


Allí llegó nuevamente, no sin antes aperarse de algo más para beber. Comenzó a tocar una banda. Todos mirando hacia el escenario, y nosotros en la locura de la gestalt inconclusa...los toqueteos llegaron hasta la piel, semiocultos en la obscuridad.  -¡Qué buen par de tetas que tienes, Isa!- me dijo por la espalda mientras me acariciaba bajo la chaqueta. Detesté tanta ropa. Reíamos, pero admito que me sorprendió su registro lingüístico tan...informal, hasta para sexo casual. Introduje mi mano bajando por su estómago, de a poco y jugando, mordiéndome la boca,  preparándome para encontrar con sus formas exquisitas...todo un premio. De pronto deslizó su mano entre mis glúteos, cubriéndome por detrás, haciéndolo parecer sólo unas pegajosas y muy de mal gusto lecciones de baile. Más palabras al oido.-¡Vamos! - dijo de pronto, y lo seguí, pensando en algún motel, o en su auto, o en algún parque piola, me daba igual. Pero al pasar frente a las puertas, nuevamente empezó a intentar abrirlas. -¿Otra vez?-dije. -¡No! No tenemos condón, y aquí no hay nada que hacer.- 


Su expresión cambió y sus ojos ya no tenían la gracia que los caracteriza. Agarró mi muñeca con fuerza que me hizo pensar en grilletes, unos muy pesados, lo que en este caso no tenía nada de sexy. Lo observé con detención, pero en su afán no me miraba, sólo me sujetaba. Me arrastró obligándome a seguirlo en su búsqueda ciega. Sin decir una palabra, traté de soltarme abruptamente, pero sólo logré de vuelta un tirón de proporciones. Me asusté. Esos últimos copetes le habían hecho traspasar la línea de la borrachera, ya no era él.  Ahora me sostenía con tanta virulencia que me dolía la wata y me asomaban las lágrimas, mientras el intentaba abrir la puerta del lado. 


Me acerqué y lo abracé con el brazo libre. - Ed...- dije con la voz más dulce posible: -Eres un hombre rico, exquisito, me encantas...- besé su cara, respiré en su cuello. Me abrazó...Y en una milésima de segundo, yo figuraba corriendo hacia la calle. No paré hasta llegar a mi casa. 4:30 am.

Lo sé, fue una huida ridícula; pero no quería tirar con un tipo ebrio, ni sin condón, ni donde pudiese pasar un mal rato. ¿Muchas condiciones? Puede ser. O tal vez él nunca quiso eso, sino sólo fellatio, no lo sé. Para mi, es quedar a medias.


Unos días después le pregunté por chat si había llegado bien, -¡Te escapaste!- me contestó con risa. -Es que te pusiste medio brígido, Ed- le dije. -Tengo la última imagen de tu escapada pegada en la retina: doblando en la esquina de la casa, corriendo como si te persiguieran mil demonios...!-. Se rió, no sé si sopesando lo desagradable que fue. Escribí: jajaja. 


Mientras conversábamos en el chat, revisé mi muñeca, cuyo morado ya estaba tornándose de un verde amarillento. Sólo eran las marcas de mis dancing lessons.


Desvergonzada Isabel

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