10 de junio de 2011

El Indio John



Los hombres de la India siempre me han generado una atracción fatal.

Una noche de sábado estaba en una tocata cuando de pronto veo a mi lado a un hombre con rasgos indios. No pude evitar bailarle toda la noche. Para mi extrañeza respondía a mi coqueteo, pero no me hablaba.
Al terminar el carrete se acerca y me dice:   "– very good dancer-" con acento indio y se aleja. ¡Era indio y no sólo lo parecía! Claro, no me hablaba porque no sabía mi idioma. Acto seguido decidí que yo tendría a ese hombre.
Me dirigí hacia la puerta del local y ahí estaba con su grupo de amigos, luego de conversar con ellos un rato, terminamos todos juntos en la casa de un amigo mío.
El tipo era de una ciudad moderna que no recuerdo el nombre, y se dedicaba a algo que nunca comprendí si era activismo político, activismo medioambiental, o generar microempresas al estilo Muhammad Yunus. Claramente habían barreras de lenguaje. El amigo que le acompañó lo cuidaba cual guarda espaldas. El indio comenzó a tocar mis pechos mientras estábamos en el sillón, y me preguntó si podíamos ir a mi casa. Yo le propuse ir a un motel, él le dijo a su amigo que nos íbamos, y éste me dijo "–no te lo puedes llevar, yo tengo que ir a dejarlo, soy responsable de él, es que tú no entiendes, él anda en algo importante."-
Finalmente acabamos en la pieza de servicio de la casa que tenía un colchón. Lamentablemente la sensibilidad del hombre de la tierra del Kama Sutra sumado a la estupidez del amigo, hicieron todo más difícil. Comenzamos a besarnos, quitarnos la ropa, acariciarnos, sentí su olor tan particular, y me dejé envolver por su piel grisácea, y sus ojos resplandecientes en ese fondo oscuro. Su piel era la más hermosa que había visto en la vida, una belleza que supera a la de los negros pues además, tenía frondosos vellos. "- I want to fuck you-" me decía poco elegantemente. Cuando llegó la hora de  "fuck me"  el hombre no logró la erección, y pese a intentarlo de muchas formas, hablándole, lamiéndolo, acariciándolo, no fue posible ponerle un condón.
A pesar de la escasa delicadeza del indio, la intransigencia del amigo, y la incomodidad del contexto, creo que recordar el espectáculo de esa piel en contacto con la mía, me hace sentir privilegiada. Es la segunda vez que estoy con un hombre de la India y aún no logro que me penetre alguno, dicen que la tercera es la vencida...
Desvergonzada Carolina

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un texto que desliza por sus líneas como si hablara al oído; es una buena mezcla de la suavidad con el valle de emotiva sensualidad. Topé con algunos detalles ortográfico-gramaticales, pero apenas si avanzaba mi lectura, restaba su importancia (ojo con ello; no todo lector es tan compasivo). El final me dejó esperando algo más, pero es parte de la astucia de quien narra. Felicitaciones