13 de enero de 2012

Calor en el metro


El calor del metro era insoportable, todo mi cuerpo se sentía húmedo. Realmente sufría  sintiendo la piel pegajosa con la mezcla de bloqueador y sudor, cuando se abre la puerta y entra él.

Se paró justo en frente de mí. Era mucho menor que yo, pero tenía una mirada firme. Sus brazos eran contorneados y era sólo un poco más alto que yo, por  lo que se le hacía más fácil aún mirarme directamente a los ojos  y a mi más difícil evadir su mirada.

Comencé a mirar hacia los costados  y hacia la ventana, como si no me pasara nada . Luego no pude más y cerré los ojos.  Seguía sintiendo el calor, pero ya no sólo el de la temperatura ambiente…tenía ganas de rozar su piel y mojar sus labios gruesos. Abrí los ojos y ahí estaba él, pero esquivó mi mirada inmediatamente. Miré al suelo y me volvió a mirar de frente, mis ojos no resistieron y se toparon con los suyos. Los cerré nuevamente, respirando hondo.

“Baquedano”, dijo la voz grabada del metro. Bajamos y le tomé la mano. Él me siguió, le di un beso ardiente en el andén. Le pedí que no dijera palabra. Al rato estábamos en una cama de motel, frotándonos, sintiendo el agua que nos brotaba de la piel…sentí su dureza entrar en mí y fue como un alivio, lo estaba esperando…nuestros cuerpos sudorosos, nuestras lenguas enredadas, esa sensación de fuego intenso bajo el ombligo…

Abrí los ojos y ahí estaba él con su mirada fija en mí. La voz del metro dijo “Baquedano” y salí sin mirarlo, casi corriendo, con temor a intentar recrear la fantasía y no lograrla. No miré hacia atrás. Ahí quedó su mirada intensa, sus brazos torneados, la sensación de sus labios imaginarios besando los míos y su dureza que acababa de salir de mi apenas abrí los ojos a la realidad.

Ensoñadora Frida

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