22 de junio de 2012

Rudeza



Primero me diste un largo baño para que me relajara, recorriste mi cuerpo jabonándome con aquella rugosa esponja. Cuando me paré para salir del agua espumosa comenzaste a azotarme con tus pulseras de cuero con tachas punketas  en la espalda -¿adónde crees que vas?-. Me mojé completamente.

Al salir ambos de la tina me tomaste por la espalda, pusiste mi torso sobre el lavamanos y me penetraste por el ano, mientras me golpeabas en las nalgas, las piernas, la espalda. Yo podía ver mi rostro en el espejo, mis gestos de dolor, placer, excitación, rabia, miedo y todo entremezclado... lograba sentir.  
Luego abrazados en la cama envueltos en la toalla sentí una ternura infinita.


Desvergonzada Clementina

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