Primero me diste un largo baño para
que me relajara, recorriste mi cuerpo jabonándome con aquella rugosa esponja. Cuando
me paré para salir del agua espumosa comenzaste a azotarme con tus pulseras de cuero con tachas punketas en la espalda -¿adónde
crees que vas?-. Me mojé completamente.
Al salir ambos de la tina me tomaste por la espalda, pusiste mi torso sobre el lavamanos y me penetraste por el ano, mientras me golpeabas en
las nalgas, las piernas, la espalda. Yo podía ver mi rostro en el espejo, mis
gestos de dolor, placer, excitación, rabia, miedo y todo entremezclado...
lograba sentir.
Luego abrazados en la cama envueltos
en la toalla sentí una ternura infinita.
Desvergonzada Clementina
Desvergonzada Clementina
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